Por: Jesús Padilla
¿QUE QUIEREN USTEDES QUE LES
DIGA ... QUE DESEAN USTEDES OÍR?
Tengo que agradecer a mi esposa e hija el hermoso regalo que me
hicieron hace unos meses y que he saboreado hasta la saciedad. En los momentos
críticos en que la voluntad te la intentan cercenar, por lo que escribes, y tu
lengua te la pretenden cortar, por lo que hablas, el contenido de tan noble y
real literatura, es un libro el regalo, no solo me reconforta sino que me llena
de valor para continuar, como su autor, Nelson Mandela, líder indiscutible de
moralidad política, por "El largo camino hacia la Libertad". Una
lucha considerada por el "libertador negro" como épica, con sus derrotas y sus triunfos.
No olvido tampoco la estrofa de una canción que figura a modo de
introducción en otro libro que leí hace muchos años y que habla también de esos
sistemas políticos basados en la discriminación y el abuso de poder, que
fomentan el "apartheid", esa forma de gobernar que auspicia,
precisamente, la discriminación entre las poblaciones por su color, por su
religión, o por su condición social o ideológica, intentando anular con ello el
pensamiento, el razonamiento de quien respira libertad. Una estrofa que no he
olvidado porque la mantengo viva en mi mente y en la agenda de mi vida:
"...Sus ramas se mecerán sobre la tumba de la tiranía y florecerán por los
valientes y los libres".
Aquí en La Vega de San Mateo, como en otros tantos lugares de este
planeta, también existen esos guillotinadores que sin piedad atacan a quienes
respiran libertad. Quizás sea porque ellos no llegan a alcanzar el significado
de tan noble palabra. Su escasa masa gris levantan sobre sus víctimas impétigos
que caen cuando sus sucias maniobras salen al descubierto, pero el daño
infringido es de tal magnitud que en ocasiones hacen caer de bruces a quien
sufre sus feroces arremetidas. Piensan estos tramoyistas de la política que
"el fin justifica los medios".
No crean ustedes que es fácil para una persona aguantar las
impertinencias de quienes no se atreven con la pluma y la cultura responder a
mis palabras, o a mis escritos; quizás porque les falta pluma y carecen de
cultura. Se valen, como siempre, de la cobardía, ocultándose detrás de pobres
infelices que en muchas ocasiones, micrófono en mano, no saben colocar una
frase sobre otra, ni razonar, o conducir adecuadamente, con la fluidez que se
necesita, mínimamente, para expresar lo que piensan. Están a la altura de sus
podredumbres morales, éticas y culturales. Son bastardos. "Inglourious
basterds", malditos bastardos, como los de esa película del guionista
norteamericano Quientín Jerome Tarantino, "bastardos sin gloria".
Podrán preguntarme mil y una veces sobre mis improntas cuando las
escribo, pero siempre he dado la misma respuesta, yo escribo para el pueblo, no
para los políticos. Muchos no entienden lo que redacto porque esa capacidad
para establecer ideas y conceptos y posteriormente sacar conclusiones o formar
juicios están lejos, muy lejos, incluso de mi propio intelecto.
Muchos de estos reptiloides o draconianos, da igual con el color
que se presenten, han tomado las riendas de la política como un medio de vida y
sustento en vez de un servicio hacia los demás convirtiendo lo público en su
negocio privado cueste lo que cueste y sin límites, son en este pueblo, como
ejemplo vivo, los que creen que ponerse al margen de la ley es estar en la
legalidad.
En mi queridísima Vega de San Mateo, actualmente en manos de unos
desalmados que se comercializan como lenguones que van de esquina en esquina
largando, como las llamas de la
altiplanicie peruana, sus asquerosos escupitajos, se ha puesto de moda un
determinado personaje que, aparte de maltratar a las mujeres y humillarlas, se
ha envilecido el mismo al arremeter de forma personal contra quien les escribe.
Un ataque en toda regla, que no se quedará sin respuesta, y que atenta a mi dignidad como persona y contra mi
familia porque, al parecer, he cometido "graves delitos".
El primero de ellos ayudar a una mujer a la que esta inmundicia,
detritus de la sociedad, ha maltratado, humillado, vejado, robado y anulado.
Ese es mi delito, ese es mi pecado capital. Ayudar a la maltratada y denunciar
al maltratador. Alabado sea Dios que me permite pecar de esa manera ayudando a
una víctima de la violencia machista, sexista, brutal, de quien no merece ni
que le miren a la cara, un maltratador del que espero la justicia terrenal le
haga rendir cuentas porque la divina, esa que no se rige por papeles ya se la
tiene anotada.
El segundo de mis delitos es haber tomado los micrófonos de Radio San
Mateo "La Radio Sencilla" porque determinados personajes no quieren,
o no les interesa, que mi lenguaje, mis expresiones lleguen al pueblo porque
los consideran una "política agresiva" ¿Agresiva para quién? ¿Para el
"palurdo analfabeto" que no sabe enlazar detrás de un micrófono
cuatro palabras juntas y que se
considera un docto cuando es indocto?
No soy un intelectual, pero tengo intelecto, socrático, pero
intelecto al fin y al cabo.
Ellos, esos que me atacan de forma despiadada, escondidos y
agazapados tras sus propias vergüenzas, si es que las tienen, son la antítesis
de la intelección, de ese entendimiento de "entender" y
"discernir" con sentido común. Les falta esa capacidad que tiene
cualquier sujeto, cualquier persona, "con dos dedos de frente", como
decimos por aquí, para aprender ese concepto que le pueda permitir,
mínimamente, ponerse en contacto con la realidad del mundo que les rodea y
saber que tiene una estructura social regida por unas reglas que son aplicables
a todos y cada uno de sus miembros, no a unos pocos. Esa es la grandeza del
mundo libre, del mundo civilizado, de la vida democrática.
¿Que quieren ustedes que les diga ...?
A los que respetan la normas y las leyes ... son ustedes
formidables, ejemplo de ciudadanos.
A los que con su intolerancia atacan las premisas de libertad y
democracia, de civismo y convivencia ... son ustedes despreciables, unos
miserables.
¿Que desean ustedes oír...?
Supongo que querrán oír: son ustedes formidables, ejemplos de
ciudadanos, hijos predilectos, adoptivos, con o sin mención especial o
específica.
Lo penoso, lo cruel, lo intolerable, lo inadmisible, es que esos
parabienes se los entreguen a quienes opuestamente hacen escarnio precisamente
de quienes defienden los valores de una sociedad justa, culta, civilizada y
honrada.
¿Que quieren ustedes que les diga ... Que desean ustedes oír?
No lo se, díganmelo ustedes mismos que son ciudadanos ejemplares.
VEGUEROS S.M.